Transportes Aéreos Globales

TAG es una compañía aérea virtual que opera con cualquier tipo de avión y sin límite en el tipo de trabajos a llevar a cabo. Desde transporte regular de pasajeros en líneas aéreas hasta vuelos ferry de todo tipo de aeronaves en cualquier parte del mundo...

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31 de diciembre de 2015

INFORME DE MISIÓN Nº81 (a): Sonrisas y lágrimas (Juanjo)

Piloto: Juanjo

Meteo: LEZG VRB05KT 9999 SCT045 02/M01 1010
Aeronave: EC-135 Rescate TAG
Simulador: X-Plane 10.36. Spain UHD.




No esperes buenas noticias cuando suene el teléfono sin que todavía haya despuntado el alba. Sabiendo que se habían acabado las posiblidades de una guardia tranquila lo descolgué anticipándome a lo que iba a escuchar.


“Buenos días”

“Buenos días Antonio, ¿que ha pasado?” La voz de Antonio me pareció más ronca de lo normal pero a estar horas ¿quien tiene su voz habitual?.
 
“Hola comandante soy Alfredo, me temo que tengo malas noticias”. Ahora si concordaba la voz con la imagen que tenía en mi cabeza. Alfredo era el mecánico de la base y fruto de su pasado militar le encantaba tener todo en riguroso orden de revista pero en el procedimiento de activación no tenía que intervenir para nada salvo si había un problema con la máquina así que me quedé un poco a la expectativa.

“Antonio ha resbalado en una placa de hielo y me temo que ha quedado inoperativo. Hemos llamado al 112 y la ambulancia está en camino; no creo que sea grave, pero la mano no tiene buena pinta. Lola y Pedro le están atendiendo y me ha dicho que te llame porque hay un servicio urgente”

Obviamente el servicio tenía que ser urgente para estar todos en pie a estas horas un día de Navidad. Me tocaba imaginaria así que era el “reserva” y me tocaba saltar al campo sin calentar. “Voy para allá” fue mi respuesta mientras acababa de enfundarme el mono de vuelo de manera que en un santiamén estaba camino de la base.

Listos salida.
“¡¡Cáspita, que frío!!” Con cuidado para no pisar ninguna placa de hielo que me desgraciase a mi también me bajé del coche justo cuando Antonio subía en la ambulancia rodeado del resto del personal.

“Lo siento, pero me he fastidiado la muñeca y me da que no es una simple torcedura...”


“Nada chico, “ajo y agua”... y que te sea leve. Cuando vuelva te llamo y me cuentas”. La puerta de la ambulancia se cerró y los cuatro nos encaminamos hacia el EC-135 que se iluminaba en la plataforma mientras me ponían al corriente de la situación. El GPS no se dejaba meter las coordenadas y la bomba de repostaje se negaba a funcionar por lo que no teníamos los depósitos llenos. Alfredo había pasado toda la tarde intentando arreglarlo hasta que el jefe de guardia le obligó a marcharse a cenar con la familia. Luego me dijo que los de Zaragoza ya habían salido, me pasó la documentación, la situación donde debíamos dirigirnos y tras una rápida verificación me subí al molinillo y empecé con el procedimiento de puesta en marcha.

El orto era a las y 25 y aunque quedaban unos minutos decidí despegar, que la cosa estaba mal y para eso tenía las habilitaciones pertinentes.

Con todo el mundo abordo y sujeto iniciamos el camino hacia el pantano de Calanda poniendo un rumbo inicial de 055º y esperando interceptar el radial 233º del VOR de Maella cuya milla 22 coincidía con las coordenadas del accidente. En teoría debíamos esperar a la salida oficial del Sol pero ya sabíamos lo que podían significar unos minutos en una situación de emergencia y de todos modos la visibilidad era excelente. No hacía nada de viento y nada mas encarrilar el rumbo dejé que el piloto automático hiciese su trabajo para que una vez confirmada la posición y navegación correcta poder deleitarnos con las distintas tonalidades de colores con que nos obsequiaba el amanecer.

Pantano de Calanda
La claridad de la atmósfera permitió la localización del lugar del accidente desde la distancia sin que se necesitase de radioayudas para llegar al sitio. Un rápido sobrevuelo de reconocimiento con giro a la derecha y enfilamos el lugar que pareció más adecuado para posarnos con suavidad y dejar que Lola y Pedro hiciesen su trabajo.

Con la paciente asegurada en la camilla y el visto bueno de Lola otra vez iniciamos el ascenso siguiendo la ladera del valle hasta que librada la cumbre procedimos directos a Zaragoza. El que los dos se quedasen detrás auguraba un paciente complicado. Por lo general los heridos se estabilizaban en tierra y el traslado al hospital se hacía con rapidez sin que se precisase mayor tarea que la de vigilancia. Pero cuando los dos iban detrás significaba que el infortunado estaba cogido con alfileres y no se fiaban de que no empeorase. 

El hospital.
Nos acercábamos a la ciudad donde un rutinario “Sin tráfico notificado; llame con toma asegurada” de la torre de control nos permitió una aproximación directa al helipuerto del Hospital Miguel Servet. Allí los dejé a todos, despegando de inmediato pues debía dejar sitio al otro helicóptero que también se aproximaba con otro herido. Además no estaba sobrado de “sopa” así que llamé a la torre y me encaminé al cercano aeropuerto donde aterricé sin novedad.

La sensación al Sol era agradable pero se notaba la temperatura bajo cero así que agradecí el café caliente mientras esperaba a que llenasen los tanques que estaban bastante secos. No tardaron demasiado así que una vez felicitadas las fiestas al compañero que acababa de aterrizar de nuevo arranqué la máquina y con la correspondiente autorización di el pequeño salto hasta el hospital para recoger a mi tripulación sanitaria y volver a la base.
I Follow the Road

“¿Lo quieres llevar?”

“No, mejor llévalo tu”

Era Navidad y nos permitíamos una pequeña licencia haciendo un vuelo a baja altura para recrearnos en el paisaje. Sabía que Pedro disfrutaba con este tipo de vuelo y desde luego que Lola tampoco le hacía ascos. Por eso me sorprendió que declinara mi invitación a llevar los mandos. Era un enfermero con una larga experiencia en urgencias y su ilusión desde pequeño había sido ser piloto. “Bastantes sacrificios hicieron mis padres para poder pagar la carrera como para decirles que quería ser piloto” me había dicho en alguna ocasión. Luego la vida le había llevado por otros derroteros hasta que se encontró con la posibilidad de volar en la ambulancia aérea de forma que no lo dudó ni un instante pese a las reticencias de su esposa. Ahora se apuntaba a un bombardeo y que bajase la visera del casco y se dedicara a mirar por la ventanilla me hizo pensar que aquel servicio le había tocado en alguna fibra sensible.
Volando a casa

Lola rondaba los cincuenta pero su constitución atlética la hacía aparentar bastantes menos. Le encantaba su profesión, médico de urgencias con una gran experiencia en emergencias en todo el mundo trabajando para distintas organizaciones y que cansada de dar vueltas se había metido el esto del “helicóptero” por que le encantaba volar y era una forma de “sentar la cabeza” en casa, cerca de sus padres ya mayores que empezaban a necesitar de su única hija. Tampoco estaba muy habladora por lo que tras un par de comentarios para intentar romper el hielo me di cuenta de que no estaba el horno para bollos.

Aproximación final
A 140kts y manteniendo una prudencial distancia con el suelo para no llevarme una sorpresa con algún cable no tardamos en aterrizar de nuevo en la base donde Alfredo seguía peleando con la bomba de combustible pero no sin antes tenernos preparado un modesto pero suculento desayuno de Navidad.

Un par de tortitas de alma, unas magdalenas caseras y las preguntas de Alfredo hicieron que se abriesen los corazones. La paciente era una mujer adolescente de nombre desconocido, traumatismo facial y craneoencefálico con pérdida de masa cerebral, dificultad en la intubación con más de cinco minutos en parada cardiorespiratoria... y con un vestido idéntico al que le esperaba a la hija de Pedro envuelto en un premeditado papel de periódico y esparadrapo bajo el árbol como regalo de navidad.

Silencio, un nudo en la garganta y un abrazo colectivo sirvió de catarsis para recordar la suerte que teníamos de poder disfrutar cada día con quienes amamos e interiorizar que incluso en estas fechas la vida continúa inexorable. Alfredo insistió en una tos más que sospechosa que justificase sus ojos vidriosos y apurando el chocolate ya tibio y con la magdalena de la vergüenza en manos de la golosa Lola recogimos el chiringuito y nos despedimos deseándonos no vernos sino en el Gregori con una caña y unas orejitas de cochino por delante.

… y la bomba de combustible tendrá que esperar a mañana.

1 comentario:

José Ángel dijo...

Muy bonito el informe y la historia

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