Piloto: José Ángel.
Meteo: la indicada en la misión.
Aeronave: King Air 350i.
Simulador: FS2020 (VR).
Ya han pasado 6 años desde la erupción del volcán Bardarbunga y, como parte del protocolo de vigilancia de actividad volcánica, tocaba hacer la revisión de la zona por el mismo equipo de científicos que sobrevolaron la zona 6 años para atrás.
Y cómo no, también TAG se prestó a ofrecer sus servicios en esta ocasión.
Tras los saludos a distancia, tomando las debidas medidas anti-COVID-19, embarcamos en el nuevo cacharro que TAG había adquirido recientemente, un Beechcraft King Air 350i.
Con algunas pequeñas arrugas más y bastantes canas que antes no había en la cabeza de la mayoría, despegamos de Reykjavik a las 9:30 horas del 27 de septiembre de 2020 por la pista 01, con algunos nudos de viento del noroeste.
La primera parte del viaje fue algo incómoda debido a las turbulencias y a rachas de viento cruzado. No obstante, al dejar atrás el glaciar Vatnajökul y dirigirnos hacia Höfn, la cosa se calmó considerablemente.
A pesar de realizar algunas pasadas y vueltas de verificación, la visibilidad era bastante mala debida a una espesa capa de nubes, mucho mayor de lo anunciado. La tendencia, no obstante, era que se fuera aclarando a medida que avanzara el día...
...y así sucedió.
No había pasado tres horas desde nuestro tranquilo aterrizaje en el aeropuerto de Höfn, y ya nos habíamos subido de nuevo al avión las mismas 6 personas (las 3 científicas islandesas, un científico islandanés, otro escocés y yo). El equipo material permanecía a bordo desde primera hora de la mañana.
En 15 minutos escasos ya estábamos sobre el glaciar más grande de la isla (y -casi- del mundo) y, esta vez sí, se pudieron sacar fotos y hacer otro tipo de pruebas gracias a la mayor luminosidad. También hice pasadas bajas al glaciar, cerca del volcán, aunque la altura media fue baja en todo momento, debido a que la capa de nubes, ahora menos espesa, comenzaba un par de miles de pies por encima del Vatnajökul.
Con los equipos rebosantes de datos y algunas tarjetas de memoria saturadas, volvimos sin problemas a Höfn, donde nos esperaba un tardío almuerzo.
Finalmente, ya recompuestos y descansados, despegamos a las 18:30 por la acostumbrada pista 36 rumbo a la capital. Programado un rumbo directo, a un máximo a 9000 pies de altura con 200 nudos de indicada, aprovechamos el tiempo para saciarnos con las maravillosa vistas de la isla helada.
Cuarenta minutos después, sin que pareciera que el Sol hubiera descendido lo más mínimo, aterrizamos en Reykjavik por la pista 19, siguiendo las indicaciones del controlador.
La verdad, invertir un día de mi vida en un trabajo así, rodeado de belleza natural en todo momento merecería no ser cobrado, si no fuera porque mis compañeros vicepresidentes me tirarían de las orejas.
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